jueves, 2 de abril de 2020

2 de abril: Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas

El viernes 2 de abril de 1982 los argentinos nos despertábamos con la noticia de que el ejército de nuestro país había invadido las Islas Malvinas que se encontraban en poder de los ingleses desde 1833; fue el inicio de una guerra sin razón que nos atravesó a todos. 
El área de Economía y Administración nos recuerda y nos hace reflexionar hoy sobre esa parte de nuestra historia que aún sigue viva.


Este año se cumplen 38 años de un día muy difícil para los argentinos. Hoy conmemoramos  el “Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas”, y recordamos el pasado, no sólo con la esperanza de que no se repetirá, sino además, con la esperanza de evitar que la propaganda del vencedor se convierta en la historia oficial del vencido.
No hay en nuestra historia reciente una jornada comparable a la del 2 de abril de 1982. No recordamos una vivencia tan cargada de emociones contradictorias y desconcertantes como las que experimentamos ese día, y los días que siguieron, los habitantes de este suelo.
De pronto, sin previo aviso, dos sentimientos antagónicos, enfrentados, casi imposibles de conciliar se instalaron en el ánimo de los argentinos; de un lado el inesperado florecimiento del orgullo patriótico; del otro, la angustia de saber que estábamos entrando en una guerra tenebrosa y de incierto destino. Porque la guerra fue la consecuencia, no de la voluntad nacional de recuperar un territorio irredento, sino de un acto profundamente doloso del  gobierno militar de entonces al que solo le interesaba hallar la forma de prolongar una dictadura que ya se desmoronaba.
No sólo para ellos la invasión de las islas fue un conflicto. También lo fue para centenares de miles de argentinos, atrapados por el dilema entre la voluntad patriótica por recuperarlas y el repudio a la dictadura, que la usaba para encubrir su derrumbe.
Pero hoy no corresponde hablar de aquella dictadura nefasta que tanto mal le hizo a nuestro país, sino  honrar a nuestros héroes. Jóvenes de apenas 18 o 19 años que recién habían terminado su secundario, que estaban cumpliendo con el servicio militar obligatorio y que se encontraron repentinamente luchando cuerpo a cuerpo con soldados profesionales que los superaban ampliamente en armamento y capacitación, en un contexto de hambre, desprotección y frío. Contra todo eso y contra todos debieron luchar.
A treinta y ocho años de esa gesta, con su doloroso saldo de frustración, la Constitución Nacional nos obliga y convoca a recuperar nuestras Malvinas y demás islas, por medios pacíficos. Es un compromiso y un mandato, racional, maduro, absolutamente irrenunciable. Pero no bastan los puntuales y necesarios reclamos diplomáticos ni los merecidos homenajes a los caídos y a los veteranos. Es necesario también cultivar, en las nuevas generaciones, el conocimiento sobre nuestros derechos y un sentimiento de pertenencia, de respeto hacia un pasado que forma parte indefectiblemente de nuestro presente.
En las escuelas argentinas del pasado, los héroes del siglo XIX eran la encarnación de las virtudes patrias. Cuando a finales del siglo XX los héroes volvieron a hacerse presentes, el país se volvió sordo y ciego. Parecería que el heroísmo es bello en los libros de historia, pero indeseable y terrible en la realidad. No le demos la espalda al pasado, démosle a cada uno el lugar que le corresponde. A los que enviaron a la muerte a cientos de nuestros jóvenes, el repudio; a aquellos que lo dieron todo, nuestro recuerdo y nuestro homenaje, porque se lo merecen.

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