lunes, 12 de octubre de 2020

12 de octubre. Día del Respeto a la Diversidad Cultural

Semillas de empatía para cultivar lo diverso


Por el Profesor Pedro Farkas

Empatía quiere decir ponerse en el lugar del otro, hacerse sensible a lo que la otra persona, que no soy yo, puede estar sintiendo debido a la situación que atraviesa, la cultura en la que está inmersa, sus ideales, deseos, expectativas, tradiciones. Empatía quiere decir entender que, como cada ser humano es único e irrepetible, así como a mí me gusta que me quieran y me respeten, que me permitan tener una vida digna, en libertad, que me permitan decidir sobre todas las cosas que a mí me implican y me afectan, yo también tengo que poder ponerme en los zapatos de cualquier otro ser humano y respetarlo, sin importar cuáles sean sus particulares característicos.

Esperamos que la conmemoración de hoy resulte una ocasión propicia para el diálogo intercultural y la reflexión histórica, motivados por el nombre que tiene en Argentina, recién a partir de 2010. Antes se llamaba “Día de la raza”, palabra esta última de dudosas resonancias cuando se pone en relación con lo humano, por otra parte, heredada del siglo XVIII. El ser humano puede pertenecer a distintas etnias, a diferentes culturas, pero siempre es humano; nunca hay que olvidarse de eso.

Además, la fecha está ligada al desembarco de Colón en América. Colón venía de España; en Europa no se tenía idea de que existiera América y mucho menos de que estuviera habitada. Entonces, ellos la “descubrieron”, luego se lanzaron a la “conquista”, que incluyó apoderarse de todo lo posible y “civilizar” a esos “bárbaros” nativos: imponerles la religión, el idioma, las costumbres; en resumidas cuentas, imponerles la cultura de los conquistadores. A nadie le gusta que le impongan nada, por eso se hizo a la fuerza, de manera sangrienta. Si lo miramos desde este lado, los pueblos originarios, con sus culturas milenarias, descubrieron, de la forma más cruenta, la avasallante ambición de poder y dominio de los europeos.

Incontables guerras y genocidios se sucedieron a lo largo de la Historia, con una distribución planetaria que llamaríamos pandémica. Mucha gente, enceguecida por odios diversos, apoya ese accionar belicista y persecutorio. Lo justifica con acusaciones falaces, que parten de la intolerancia, muchas veces del miedo a lo que, en verdad, no se conoce, pero se lo disfraza de todo lo malo existente e imaginable, como si al depositar toda la maldad y las desgracias en el otro se las pudiera tener bajo control. Lejos de conseguirlo, lo único que se logra es un rebote de dolor y destrucción.  

Vivimos en sociedad, somos seres sociales. Dentro de las diferentes comunidades siempre se conforman muchos y muy distintos grupos de pertenencia: desde los más pequeños, familiares, a los más vastos, por nacionalidad, por creencias, por procedencias. Clubes, colegios, equipos, compañeros de trabajo, talleres, amigos del barrio, otros amigos; son todos grupos que funcionan en base a ciertas cuestiones en común y diferentes de otras. Una misma persona pertenece, al mismo tiempo, a distintos grupos. La identidad, tanto individual como grupal, se construye a partir de similitudes y diferencias.

Es la confrontación con lo distinto lo que indica y muestra las particularidades, por eso la diversidad siempre enriquece: permite distinguir, elegir, combinar, innovar; abre múltiples posibilidades y caminos, impulsa la creación, facilita la aparición de lo impensado. Sin los otros, distintos de nosotros, no se puede ni siquiera diferenciar un sí mismo. Por eso, no se trata de borrar las diferencias sino todo lo contrario: entender que nuestros grandes y pequeños mundos se construyen en relación con lo que no es igual, por contraste. Si todo fuera rojo, lo rojo no tendría sentido. Lo rojo tiene validez en tanto no es verde, ni azul, ni amarillo, ni ninguno de los otros colores que conocemos. 

Hoy la globalización, la pandemia, nos demuestran que, estemos donde estemos en este nuestro planeta Tierra, los seres humanos somos todos humanos. El Covid no discrimina a nadie en base a etnias, colores, culturas, idiomas. Basta ser humano para estar expuesto. Con la cuarentena, crece la dedicación a la huerta hogareña. Buen momento para plantar empatía; que sea la semilla que nos permita escucharnos, tratarnos con respeto, dialogar, poner en común nuestras ideas y, en especial, saber que, frente a la muerte, frente a las adversidades que hacen indigna una vida, deberíamos estar - cada uno distinto, único e irrepetible, pero todos, absolutamente todos- del mismo lado. 

 

Video realizado por el Profesor Urizar con la participación 

de los alumnos de la Escuela



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